domingo, 31 de mayo de 2015

CHOIR TOUR II. (+299, -15)

¡Buenas! Hoy traigo la segunda parte de Choir Tour, porque estoy tan emocionada con no dejarme detalle que va a ser que tocan unos cuantos posts espesitos. Espero que no se os atraganten demasiado, de verdad, pero no quiero dejarme nada en el tintero. En dos semanas estaré de vuelta en Boiro y quiero poder rememorar cada instante vivido cuando lea el blog, porque por si no os habíais enterado, lo escribo para mí más que para nadie.

 El lunes, tercer día de viaje, estábamos alas 8 metidos en bus, dispuestos a enfrentarnos a las dos horas de trayecto de Waterloo a Toronto. La ciudad no es lo que me imaginada- o sea, con mucho verde y gente que te saluda con una sonrisa de oreja a oreja-, ya que es bastante industrial, con muchos rascacielos, y gente un poco apresurada. Eso sí, limpísima. 

 Hicimos un paseo en un barco por los ¿canales? Duró como 45 minutos y me lo pasé genial. Estuve más de la mitad del tiempo hablando en español muy, muy rápido a los middle schoolers, y el resto tratando de convencer a la gente de que me dejaran hacerles un agujero en la oreja para un pendiente. No tuve éxito, como os imaginaréis.




 Comimos en un food court en un rascacielos. Os planteo el panorama para que os hagáis a la idea: resulta que nos estábamos esperando un mall o algo así, con muchos restaurantes de comida rápida, y acabamos yendo a uno de los edificios más elegantes de la zona. Entramos a tropel los 57, y una vez allí bajamos corriendo unas escaleras mecánicas súper empinadas. De verdad, que fue llegar abajo y parar en seco porque todos eran gente de negocios, y nosotros en Nike shorts y sudaderas. Además no había sitio apenas. Sami, Hannah y yo acabamos comiendo comida tailandesa sentadas en Starbucks. Y como siempre andamos a las prisas, pues en media hora ya estábamos en el autobús de nuevo, esta vez de camino a Casa Loma.
 Casa Loma es una mansión en Toronto, que más que una casa parece un castillo. De hecho, dice Wikipedia que sí, que es una imitación de uno. Yo la verdad es que no le presté atención a nada de nada. Nos soltaron allí durante dos horas y al final acabamos sin leer ni uno de los cartelitos que te cuentan la historia. Primero, recorrimos los jardines exteriores, que son muy bonitos aunque pequeños. Parece ser que el sitio es popular porque incluso estaban celebrando una boda allí. No sé que pasó pero en un momento solo Annie y yo nos perdimos de todo el grupo con el que estábamos y nos acabamos encontrando con otro, así que decidimos recorrer la casa juntos. Mobiliario antiguo, lámparas de araña, fotos de los dueños... En fin, ya sabéis, lo que suele haber en una casa museo sin mucha historia. 








 Una de las cosas que más me gustó fue subir a la torre, porque se ve Toronto entero. Eso sí, fueron dos pisos por una escalera de caracol y otros tres por una más estrecha que sabe Dios qué. 
Toronto Skyline.
 Pero, pero, pero, mi parte favorita fue cuando ya muertos nos fuimos a sentar a unos sofás y Annie encontró una audio guía de las que te dan gratis a la entrada. No estoy segura de que tocara algún botón-como cuenta la leyenda urbana-, pero a los dos segundos empezó a sonar y en la pantalla apareció un mensaje diciendo que había que llevarla de vuelta al punto de entrada. Annie no sabía que pasaba y se puso como una loca a intentar callarla, ya que se escuchaba por todos lados. No tuvo mucho éxito hasta que se sentó encima, toda desesperada, y amortiguó un poco el sonido. Menos mal que vino Chris, nuestro pastor de Youth, y la llevó a donde quiera que fuera. Pero eso, que el recuerdo no se me olvidará nunca. Ah, y como no, Ms. Urda nos puso a cantar en medio del museo- hay un vídeo en Facebook que a lo mejor podéis ver haciendo click aquí.


El maravilloso momento de desesperación de Annie.

Todos los miembros de Choir Tour.

 Cuando acabamos con la visita a Toronto, fuimos a Burlington. Pasamos un montón de tiempo en la iglesia, porque llegamos con mucha antelación. Nos vestimos y fuimos como siempre al Santuario, donde estaban ensayando con las campanas. Y de listos, porque somos listos, nos ponemos entre los músicos y la directora, que nos acabó echando la bronca- mea culpa- por no callarnos. Aquí fue cuando me desesperé porque cuando sacamos los libros con los himnos me di cuenta de que Jacob puede leer en francés. Y Britain. Y hasta Jarod y Kaleb. Y bueno, Connor no cuenta porque ya es caso aparte. Pero eso, que aquí descubrí que los americanos hablan mejor en francés que los españoles porque sí. 

 Ese día, con la cena nos dieron unas bolsitas con souvenirs canadienses. Creo que no se dieron cuenta del favor que me hicieron porque me ahorré literalmente cerca de 20$. Nuestro concierto fue a las 7.30, y con el cuento de que Rebecca es bajita y se tuvo que cambiar el sitio con Annie para poder estar delante de todo, acabé pasándome hora y media sudando y a medio morir de tanto contener la risa. 


 Me volvió a tocar dormir con Hannah. Esta vez fue con una pareja muy encantadora. Vivían en una "casa pequeña", que de pequeña no tenía mucho, porque ahora sus hijos ya tenían su vida propia. Fueron muy simpáticos, y lo que es mejor: tenían Wifi. Llevábamos día y medio sin él y estábamos desesperadas. Va a ser que es cierto que no podemos vivir sin móvil....

 Y esto es todo por hoy, que xa lle chegha. A este ritmo voy a estar un mes publicando sobre Canadá, pero es eso o escribir la Biblia entera aquí mismo.
 Me queda nada de nada en Atlanta y no me lo creo... De verdad, futuros estudiantes de intercambio, aprovechad cada momento e intentar quedaros en Estados Unidos lo máximo que podáis aunque al principio no queráis. A estas alturas vendería un riñón por otro mes más.
 Nos vemos mañana.

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